Escribo mis versos en una taberna.
Los miro instalarse en la rueda
del tiempo que tengo
gozando una plena.
Yo escribo los versos sonoros
vestida de fiesta.
Apunto a la luna con una escopeta
rellena de dulce de fresa
y beso la jarra de vino
con labios de fuego.
Me embriago de luces
y voy caminando a la esquina
del sol y la luna.
Me esmero por ver si la calle
se viste de gala.
Hay noches que leo mi historia
con lentes viajeros
son ellos gigantes maestros
que cuidan la huella
que deja en mi puerta el dueño del circo
que alegra la escena.
Hoy veo la vida pasar
en paz y sosiego.
No temo a la muerte
y voy a pedirle que espere diez años
detrás de la puerta.
Su ausencia me otorga la gracia
de amar sin mesura.
Con cuatro claveles
y cinco laureles
yo invoco a la diosa del beso
le leo unos versos eróticos
y ella permite que el tiempo
transcurra más lento.
BEATRIZ OJEDA
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