Por fin algo pasa, una fiesta de disfraces
todos visten como siempre y no sé quién es cuál
no entiendo lo que hablan
Este tipo de gente no se extingue
aunque el moverse —estirar los dedos—
quede fuera de competencia
Los últimos desahuciados fueron los magos
prestidigitadores
era su cumpleaños y había un anillo robado.
La luz desértica del mediodía impone su temperatura
el trabajo nunca termina, matar el tiempo
(frente a la fachada envejecen las palmeras).
Con el pitazo salimos al campo
—cancha de cemento, ceremonia—
Los nombres se escuchan de pie
girar brusco la cabeza
un número
en línea recta.
Hoy el pasillo llenó su cupo, las graderías
Más que de huéspedes
de esta luz artificial que hace zancadillas.
La frazada cuelga entre dos puertas
sombra ajena en el desierto pausa
grosería en lugar de arena una pausa
el miedo reemplaza al aire y hace calor.
—Algo habrá hecho— eso en el papel
El pensamiento sigue a la cachorra imaginaria
fruta juvenil, tela delgada (es verano)
tajo húmedo y anónimo
belleza vertical bajo el pantalón.
A poco andar ganó su apodo
Hoy es temprano y partimos con dirección
pero el sol demasiado lento hace perder el rumbo
Siempre los movían de un terror a otro
—así perdió el camino de regreso—
Las manos olvidan lo que tocan
el viento cierra a portazo y aprieta los dedos.
Víctor Hugo Díaz -Chile-
Publicado en Suplemento de Realidades y ficciones 85
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