sábado, 4 de agosto de 2018

MECIÉNDOSE EN LA LUNA


VALERIA, se hundió en el reino de la pipa.
El manipulador del humeante objeto: ¡en tusa hueca añejó costrante tufo!
¡Sedativo salvador en los nervios de VALERIA!
Pero ese hombre mordisqueador de boquillas, entornando los ojos duros
se colgó de las cometas y se perdió en los vientos de Agosto.
VALERIA, refundió en obscuro rincón su antiguo reflejario y anduvo a ciegas,
posesa aun en dulce tufo.
Después: se impuso dormir por siempre, eligiendo el lecho dentro de macabra
y olvidada tumba.
Al cabo del tiempo: ¡Tanta rigidez, tanto silencio!, hicieron que emergiera
espantosa y venenosa.
Presa de cólera buceó profundos mares, escaló montañas y vagó extensos
llanos.
Mi espíritu sonámbulo, trashumante vagabundo de la noche tenebrosa, se
topó el fulgor rojo, de los ojos de VALERIA.
Y ya no pude huir de su hechizo y efluvio.
Sediento de amor y ardiendo en sed, bebí la pasión de sus labios azules,
y sus ojos fulgurantes se tornaron tristes, acariciando mi piel
abrasada en fuego.
En ella perdura el alma ya libre de rencores.
Y quería ver en mí a un pintor – quizá a Van Gogh, meciéndose en la luna.

Del Libro En las cartas que leía la Bruja de OMÍLCAR CRUZ RESTREPO 

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