Se ha sumido la brisa,
en destellos de sal,
erosionando el aroma
del lirio en la cornisa,
sobre un lecho de paz,
y la inocencia que asoma,
ya no hay brisa en el mar,
ni soplan ponientes
sobre una playa desierta,
quedan las piedras sin hablar,
y un mar de olas que miente
al ocaso y a una luna cubierta,
aquellas brisas al amanecer
de las mañanas en la playa,
cuando el sol aún oculto,
hacía presencia y se dejaba ver
en una silenciosa batalla,
y otorgaba a la luna su indulto,
esas brisas, en el estío precoz,
se han vuelto contra el tiempo,
perdiendo sus esencias y frescura,
y ahora ya, son del triste hedor
que lloran los huidos del momento,
sin entierro, ni siquiera sepultura,
ahora, las brisas vienen
con silencios de cal y muerte,
y los efluvios de un infierno
que se traslada sin que lo frenen
usando pateras a su suerte,
en un mar de libre gobierno,
son brisas del deshonor
de una sociedad abocada,
a la lenta agonía de la casta,
son brisas del dolor,
del deterioro moral, ancladas
en un corazón que las aplasta,
son, sólo son, pieles negras.
Angel L. Alonso
No hay comentarios:
Publicar un comentario