Pensé por un momento
en la delicadeza de una flor,
la firmeza de su tallo
erguido y orgulloso,
bien asido a su tronco,
sin embargo, soberano
en su propio alzamiento,
con la humildad de saber,
que no es él el que brilla,
pero es el que la encumbra,
que sin él, ella caería
y perdería su bello tronío,
así, cuanto más hermosa
es la ennoblecida flor,
más talante honroso
enardece al tallo,
y por mucho que le digan
que su nombre es pedúnculo,
palabra más ostentosa,
nada le dignifica mejor
que el simple tallo,
que cumple a la perfección
elevar la flor a la gloria;
azules, rojas, amarillas y blancas,
negras, naranjas, verdes y rosas,
pétalos de arco iris infinitos
y estambres reproductores,
la flor, siempre enigmática
influye con sus aromas
y con sus bellos colores,
en el jardín de nuestra tierra,
para hermosear las miradas,
los besos y a la luna callada.
La flor es, sin duda alguna,
una bella dama de frágil hechura,
alzada a los cielos
por un fuerte tallo,
que no requiere para sí, hermosura.
Y así, pensando en la flor,
supe que la amistad es un tallo
que eleva a una flor, y esa flor,
proporciona belleza y honor
a ese tallo que la sostiene,
y que ambos son flor,
y ambos son tallo con honor.
Angel L. Alonso
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