El poeta no congenia con los zapatos...
esos arrastrados siempre por los suelos;
solo buscando el beso de la loza o el asfalto,
y la odiosa amistad promiscua con los deshechos.
Por eso los bota sobre un alambre
o una cuerda floja;
el poeta mejor, ¡ama sus alas!
pero el nuevo orden preestablecido
prohíbe a los poetas alados volar
y menos aún tirar sobre el tendido eléctrico sus zapatos.
Sus vuelos han sido cancelados
y archivan sus papeles cimarrones o mulatos...
pero sus zapatillas y zapatos
ya sean negros o blancos;
permanecen allí por siempre colgados...
En las cuatro esquinas de la tierra
se instalan radares, queman las mil y una noche;
pero el poeta persiste y vuela,
y los zapatos aguantan como buenamente pueden
su rara condena de seguir colgados...
El poeta guarda sus garras
pero saca su pluma y aunque lo encierren
o lo pongan cadenas, corre y vuela;
pero el poeta sonríe, ningún radar advierte
que los cordones de sus zapatos
son rojos y como las rosas huelen...
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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