Devuelve la libertad que robaste,
al amparo de una urna manchada
con la sangre de un pueblo mudo,
devuelve la palabra que acallaste,
a base de plomo y fuego en la cara
de los niños que sirvieron de escudo,
devuelve el traje que te ha vestido,
sobre la pellejo de serpiente que te delata,
y vuelve a doblar la espalda sin miedo,
devuelve los zapatos de cuero curtido,
con la piel de los inocentes sin plata,
y que después has pisado en el ruedo,
devuelve la cultura a los poetas,
a los artistas, a los músicos y al telón,
para que se abra con aplausos al mundo,
devuelve la sonrisa y la cometa,
que los niños rían al payaso y al bufón,
y baile con la pandereta el vagabundo,
devuelve las armas asesinas al horno,
y construye hoces, arados y aperos
para labrar la tierra y plantar el trigo,
devuelve las semillas de la mies al torno,
deja la harina a los honrados jornaleros
y el pan, repártelo al pobre y al amigo,
devuelve las tierras usurpadas al sudor,
de tantos hombres rudos en las cunetas,
amartillados en alma, corazón y venta,
devuelve las miradas robadas al sol,
en las noches de mangas y tetas,
violentando la decencia y la renta,
devuelve el honor que has robado,
a los hombres libres de mi tierra,
atenazados por el hambre y la sed,
devuelve las vidas que has quitado,
puñal en mano y mirada que aterra,
hasta la propia muerte elije arder,
...y quédate con tu corazón de piedra,
márchate donde nada te asista,
ve al encuentro de un olvido digno,
en algún lugar donde la hiedra,
sea sangre, y las rosas tengan arista,
y tú, seas alimento de un vil designio.
Angel L. Alonso
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