martes, 9 de mayo de 2017

REFUGIO SIN CERCA


Considerando todo eso que tú me das
y cuánto más importante es para mí
que el resto de las cosas del mundo,
me asombro cuando pienso que ese compañero de estudios
al que conocía desde el instituto
tan amigo de los libros, siempre tan necesitado de burlarse
de la estupidez de los demás, incapaz de mostrarme
más lealtad que la que su arrogancia le hiciera sentir
que no era humillante para él, tan plenamente convencido
de que cualquier cosa que venga de la izquierda
es dañina e inútil y que ha dejado de hablarme
aunque nos conocíamos de toda la vida,
solo porque ha comprobado en un poema que le dediqué,
él, que tanto gusta de la malicia y la murmuración,
que mostraba cierto interés por lo que su alma oculta
tras esa frialdad de hombre obsesionado por la normalidad,
me asombro, digo, de que ese mismo entendiera el valor
de un libro electrónico con buenas prestaciones,
que se empeñó en enseñarme sin eludir el estuche,
o de la piscina y las palmeras que tiene en casa
pero dudara de que el amor tenga alguno
y se fingiera el hombre cívico y responsable
comentándome con consternación los problemas que daban
al ayuntamiento los candados que en el puente de la ciudad
dejaban los enamorados,
me asombro de que un ser humano pueda
respetar más las cosas que a sus semejantes
y que sueñe con incorporar juguetes a su propiedad
pero no, con la justicia humana,
con el fin del sufrimiento,
con la hermandad de los hombres,
me dijo en un correo una vez
que el silencio que yo había notado se debía
a que estaba de viaje por Madrid,
donde se había divertido mucho visitando librerías,
le dije que no parecía una diversión muy brillante,
que me parecía más entretenido contemplar cinturas de chicas
pero él no lo consideró suficientemente atrayente
porque no le bastaba mirar, necesitaba tocar,
con esas manos que quieren tener
de tan vacío que está por dentro,
a mí, como a él, me educaron
para que me hicieran felices las cosas,
un nuevo libro me parecía un tesoro
mucho más valioso que cualquier amigo,
prestar uno de mis libros y quedarme sin él, me hubiera dolido
como si fuera un ser vivo
y me obsesionaba por ocultarlos a todo el mundo
porque los amaba más que a todos esos semejantes
que tan poco tenían para darme,
nadie era tan profundo como aquellos libros,
nadie mostraba un espíritu tan ancho
como el que había en ellos,
nunca llegué a ignorar el error que cometía,
sabía que un libro es menos digno que un hombre
y que tratar por un libro como un ladrón a un inocente
es indecente y enfermo
pero las cosas de las que era dueño eran
lo único que nunca me traicionaba, el refugio
que el capitalismo concede a los corazones
a falta de ese amor sin interés, que no les permite
porque los consagra a la servidumbre de lo que se agarra
y les niega toda esperanza de liberarse de ella,
acabé conociendo personas en Internet
para las que era un bien mi mera alma desnuda,
lo que yo tenía cuando era un niño pequeño
y esa me pareció la mayor fortuna que hallaría jamás,
teniendo un amigo de verdad, no tenía nada
pero lo tenía todo,
mi espíritu estaba sediento de libertad,
había pensado que todo era interés en la humanidad
pero al fin encontraba personas
que me querían solo a mí
y cuando tú llegaste y conocí así lo que no creía que existía,
un alma totalmente buena, totalmente honesta
y aun así, indulgente y misericordiosa,
dejé de creer que la estafa era inherente a mis semejantes
y al tiempo que me entregaba a amarte, me impliqué en la lucha
contra los que sirven al dinero,
mi alma atormentada por las humillaciones
y hambrienta de inocencia, no habría encontrado plena luz
si tú no fueras de izquierdas.

LUIS RAFAEL GARCÍA LORENTE -Orihuela-

No hay comentarios:

Publicar un comentario