Un hombre pobre, pobre, se busca en el espejo
como si no supiera, el pobre,
que todo está a oscuras, ciegamente a oscuras.
Mas se resiste y grita; grita, gesticula, grita,
como perro agusanado aúlla como perro desperrado.
Sufre como puta sin marido y con deudas ancestrales,
que sufre con las piernas abiertas para aliviar sus males
y se abre, se trastea, se empuerca.
Un hombre miserable y descastado
encarga su alma al Diablo
pues ha visto cara a cara a la ternura
y le duele de inmediato
porque es un hombre pobre,
un pobre hombre solitario.
Del libro Amatoria Saga de
Eduardo Añorve
Publicado en Periódico de poesía 97
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