viernes, 12 de mayo de 2017

LA PLEGARIA


Sucedió en un pueblito solitario
ante un bosque de cruces de madera,
un suceso real y extraordinario
que voló como alondra pregonera.

Fue en un viernes de abril,
el silencio bordaba una canción,
y al senil camposanto como un rayo
un soldado llegó de su misión.

Lo miraron llegar como un fantasma,
con un ramo de bellas azucenas,
muy delgado, ,
demacrado y lloroso por sus penas.

Al sepulcro llegó el viejo soldado
derramando sus nubes de tristeza,
con un fuerte punzar en su costado,
ante el nicho sin luz, de su princesa.

De rodillas clamó, sin darse cuenta

que una joven hermosa y muy atenta
escuchaba sus ayes y plegarias.

La magnífica joven sensitiva
palmeteó sus omoplatos cansados
y con una sonrisa compasiva
preguntóle a sus ojos enturbiados:

-¿Qué tenéis buen señor?, -¿la pena y furia,
sin piedad invadieron su existir?.
-Pena tenga de sí, que la penuria,
os podría enfermarlo hasta morir.

-Decid noble señor, ¿qué os atormenta?
es que acaso os negáis… a más vivir?;
el dolor en su rostro se lamenta
de su aciago y sombrío porvenir.

El pobre hombre miró maravillado
a la joven mujer que lo afrontó
y en sollozo creciente y desbordado
con voz baja y temblando respondió:

-A esta vieja osamenta caminante
no perdono y jamás perdonaría,
pues no estuvo presente en el instante
que mi amor me esperaba en su agonía.

Me enteré que mi nombre lo invocaba
con el llanto surfeando sus mejillas
y su voz en silencio me llamaba
con el alma postrada de rodillas.

-He salido corriendo como un galgo
al saber que de pena se moría,
-linda joven, sin ella nada valgo-
y he penado trayéndole alegría.

-Mas llegué con atraso. ¡Ya descansa!
Ella ansiaba ferviente mi regreso,
y era nuestro ritual de eterna alianza
despedirnos, ¡unidos por un beso!.

Ya que tarde llegué para estampar
dulce beso en su boca de manzana,
con mi sangre le quiero dedicar
mi plegaria de amor esta mañana.

-Ante el cielo, la tierra, y ante Dios,
-que se lleva la flor que siempre amé-,
os prometo con firme y franca voz
que esta noche de luna la veré.

-El amor es la planta celestial
que palpita en la luz del corazón,
nunca deja de ser, ¡es inmortal!,
como el sol infinito del perdón.

-Por lo tanto, mi vida aquí la entrego,
-¡Oh mi amor! hacia el cielo voy a verte,
-¡Dáme paz oh Señor! Piedad os ruego.
-Tú me diste la vida ¡Dáme muerte!.

-Han podido matarme casi a diario;
de la guerra retorno sorprendido;
hoy que me hallo penando solitario,
-¡Dáme muerte Señor!, ¡Yo te lo pido!.

-El vivir sin su amor: ¡Es el infierno!
-Nada puede alegrarme. -¿No lo véis?
-Todo es frío, me quema el cruel invierno
de estar lejos de mi alma. -¿Comprendéis?

La mujer, conmovida ante la audacia,
vio sonriendo al soldado en su dolor;
que aceptando el infarto como gracia,
diole gracias a Dios por el favor.

Una lágrima clara discurrió
por el rostro sonriente de emoción;
la mujer en sus brazos lo acunó
al dejar de latirle el corazón.

Quiso el Rey de la Vida y de la Muerte
atender el llamado del dolor,
y en glorioso final su cuerpo inerte
fue enterrado en la tumba con su amor.

Y esa noche, las almas de dos muertos;
se enlazaron allá en la eternidad.
La mujer, ,
ordenó que esculpieran la verdad.

¡“Aquí yacen los restos del soldado
que murió de la pena y la tristeza,
al haber a la muerte reclutado
para unirse por siempre a su princesa”!.

Desde entonces dos águilas doradas
hacen guardia en la tumba sobre el suelo
en respeto al soldado y a su amada
que juntaron sus vidas en el cielo.


ENRIQUE QUIROZ CASTRO -PERÚ-

No hay comentarios:

Publicar un comentario