Mi hígado flamea como una bandera;
míralo niña,
camina hacia él
y besa cada uno de los lóbulos
del húmedo y rojizo tejido,
que brilla como una flor extraña. Mi hígado
se proyecta en el amanecer. Míralo entre las nubes
como un pájaro nuevo;
ordéñalo como a una vaca;
con tus dedos blancos arranca los fluidos,
mezcla de líquidos y música.
Abajo, en la tierra,
tu madre nos espera y se pregunta
si aquella nube roja anuncia lluvia.
Es mi hígado, señora, aprecie su belleza; se parece a usted en sus años mozos.
Dedíquele unos pasos de baile y mi hígado lanzará un gemido de contento.
Luego tu madre nos dejará solos
y el hígado bajará a las glorietas y nos ofrecerá su carne tibia,
como un súbito terciopelo marrón
para que nos amemos. Montaña bendecida por la sangre del cuerpo,
cantará una melodía azul
antes que se abalancen las estrellas.
Gocho Versolari -Argentina-
Publicado en suplemento de Realidades y ficciones 72
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