En el primer desvío que hubo a la vista
aburrido del mismo camino
mi doble
cambió de rumbo
Un doble que no se pierde
–alcanzó a decir
apuntándome–
es una carga:
me voy a pensar el camino de los árboles
me gustan las ramillas colgantes
de los arbustos de poca sombra
arderé al sol sin viseras
y después merodearé las tabernas
de las mesas entoldadas
Lo más que pudo se alejó
molesto de lo mismo
tomó distancia
Un doble que no se deslinda
que encima siempre el morro
–volvió a apuntarme–
es un pesado:
me voy a estimar la caída de la tarde
tal vez me detenga sin prisa
en la vista de los puentes
o corra detrás de las sombras de los perros vagos
De pronto espante a las palomas
Y sin dar vuelta atrás
sin hablar de reencuentros
marchó por su acera
más liviano que nunca
incluso más leve
Del libro El poeta da una vuelta a su casa de
Robinson Quintero Ossa
Publicado en Periódico de poesía 97
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