Cansado de esperar la última derrota
las voces se hacían palabras mayúsculas
y el cansancio atenazaba la voz
con músculos de acero.
La luz se apagaba lentamente
y en el bar pidieron otra ronda
mientras el amanecer
asomaba sus fauces en el barranco.
Todas las traiciones
abrieron las puertas
y el desierto movió
aquello para lo que fue llamado.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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