Caminé por la escarpa, mi cuerpo sudaba profusamente por el calor. Las marquesinas algo me protegían del inclemente sol. Todas las puertas y ventanas se hallaban abiertas. La gente miraba al exterior a través de los miriñaques.
Por ellos descubrí tu bellísimo rostro. Tenías una vaga mirada, tus ojos claros denotaban tristeza o melancolía. No pude evitarlo. Aún sin que me vieras, tus ojos... se metieron en mí.
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado -México-
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