Perseguido por un murmullo de arañas,
el hombre viejo
saltó del cielo al infierno,
del infierno al cielo,
y conforme huía,
la luz del día
iba deshaciendo los nudos
que le ligaban a la vida.
Sabía que si el amanecer no volvía,
él sería un duro golpe para los que quedaran.
Con el paso de las horas
su silueta se fue haciendo más borrosa
y aún así más fuerte y duradera.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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