viernes, 12 de junio de 2015
LA MORAL INMORAL
(Artículo de 1915)
Esta "moral inmoral" es la de los cines, según la afortunada frase de Mr. Dell, un notable escritor inglés (o americano) acerca de cuya reciente opinión sobre los dramas cinematográficos acabo de ver un magistral artículo en el "Current Opinion" de este mes.
Los cines tienden, dice Mr. Dell, a producir en poco tiempo una completa anquilosis moral de la comunidad. Como demostración de este serto, Mr. Dell cita el caso de la versión cinematográfica del conocido drama "Los Espectros", de Ibsen. El cinematógrafo ha cogido este drama y ha practicado en él una horrorosa mutilación. Ha dejado en pie la parte meramente superficial, esto es, trama, personajes, escena, episodios, etc., pero le ha quitado la esencia, esto es, el ambiente moral ibsenista. Ya sabemos que Ibsen, como todo hombre de genio, era un hombre inmoral, esto es, enemigo encarnizado de los principios de la moral convencional. Y para atacar, para ridiculizar estos principios de moral corriente, concibió su drama "Los Espectros", en el cual el personaje principal, Osvaldo, se vuelve loco precisamente a causa de que su señora madre fue tan virtuosa que obligó a su padre a buscar, por único lenitivo a la insufrible pesadez de su hogar, la sociedad de mujeres de mal vivir que contaminaron su sangre con el horrendo virus de una enfermedad, muy conocida, que heredó su hijo. Vemos, pues, que en el drama de Ibsen la culpa de todo la tiene la virtud, fría y cruel como toda virtud, de la madre de Osvaldo; y más todavía la del pastor Manders con quien ella quiso fugarse en un rapto de desesperación, y quien austeramente le ordenó a la pobre mujer que volviese al lado de su marido. Y de todo esto, el inmenso genio del divino Ibsen hace que se destaque todo cuanto de estúpido y de odioso tiene la teoría convencional de la santidad del matrimonio.
Pues bien; en el cine todo queda lo mismo, menos la moral de la obra. Ya no es la madre de Osvaldo, sino el padre, el culpable de todo. Ya no es la virtud de puerco espín de la madre, como quiso Ibsen, la que produce la tragedia, sino el vicio del padre, a quien se hace aparecer como un bandido que se casa a sabiendas de que padece una terrible enfermedad transmisible por herencia, y que, además, le enseña a su inocente hijito a beber cerveza; de todo lo cual se infiere que es un mal hombre, cuando en realidad era, cuando salió de la cabeza de Ibsen, un pobre hombre incapaz de mirar mal a una pulga, pero sanmente, normalmente aficionado al placer. La esposa y madre del cine, en cambio, nos la pintan como una santa y una mártir, y nadie adivinaría que Ibsen la creyó culpable. Pero aún hay más. En la escena final del drama, según la escribió Ibsen, es la madre de Osvaldo quien da a éste por su propia mano el veneno. Pero esto ya es mucho para el cine. Y vemos en la cinta que Osvaldo se arrastra por el suelo haciendo muecas y llega hasta la mesa donde está el veneno y lo toma con su propia mano. Vienen entonces la madre y el pastor, y aquélla, horrorizada ante el cadáver de su hijo querido, cae sin sentido en los brazos protectores del pastor... ¡Virtuosa hasta el fin!
Y dice Mr. Dell: "Así, esterilizadas, castradas, completamente inofensivas, se representan tales obras maestras ante el público de los cines. Toda la hiel, toda la fiebre del pensamiento, de la duda, de la curiosidad... queda eliminada. Se conserva, sin embargo, la cáscara, y aquellos que han visto la cinta creen que han visto "Los Espectros" de Ibsen, según reza el anuncio, cuando en realidad lo que han visto es un mamarracho propio de un kindergarten. Y de este modo se le roba al arte su ponzoña, su verdad, el secreto eterno de sus nobles triunfos". Otro escritor, William Marion Reedy arremete contra el cine y dice: "Los dramas del cine son casi siempre un insulto a cualquiera inteligencia que esté sobre el nivel de las novelas por entregas (the dime novel)."
Señoras y señores: no saben ustedes con el gusto que yo reproduzco estas opiniones que de un modo tan fiel coinciden con las mías. Yo también, yo también reclamo el honor de haber dicho pestes, hace más de un año, en la malograda "Revista de las Antillas", de la babosa y apestosa moral del cine.
Cuando ya la tontería humana parecía cansada de tragarse en el teatro embelecos artísticos en que se peca de una manera atroz contra la psicología y el buen gusto, en nombre de una moral de catecismo que no convence ni a los niños, viene el cine a servirle de vertedero a los autores chirles, y otra vez tenemos el innoble espectáculo de la tontería humana tragándose embobada todo cuanto de falso y de feo y de memo queda por el mundo disfrazado de arte. Y, gracias al cine, sigue triunfando y perpetuándose la mojigatería de nuestros bárbaros antepasados, con la cual y por la cual se cometió y se sigue cometiendo el atroz crimen que consiste en tratar de meter todo el perfume de la vida en un grosero y fétido zapato de patán.
Publicado en el blog nemesiorcanales
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