Mi mano está en tu nuca y la recorre como si fuera un nido.
Con ansiedad te atrae, te retiene, te acerca.
Sientes el calor de mi anhelo quemando suave tu piel, llenándola de mi perfume y de mi espera.
Mi otra mano extiende su dedo tembloroso y te toca. Recorre tu contorno y se detiene, cálida, en tu boca.
Se humedecen mis labios y mi dedo dibuja esos labios que estoy deseando besar desde que puse mis ojos sobre ti.
Con golosa suavidad mi dedo los entreabre, los roza, los acaricia, los siente temblorosos y tibios y su humedad lo llena de tu esencia.
Anticipando el gozo pruebo tu sabor, chupo con deleite tu humedad y, ahora se mezcla con la mía.
Siento tu tensión y tu ansiedad, tu entrega se me da en la manera en que tu boca aguarda, anhela, pide.
Mi cara se acerca a la tuya y mi boca te alcanza.
Tienes un sabor suavemente salado y me doy cuenta que es el sabor de mis lágrimas que tu boca se bebe.
Mis labios ahora sobre los tuyos los atrapan en una cárcel de ternura que despierta en tu boca y la hace responder, darse, atrapar, retener, absorber y acariciar la mía.
Suave como en un sueño remontamos ese beso apretado y nuestro y llegamos latiendo al corazón del otro.
María Itza
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