Cada último día del año, el hombre se plantaba delante del espejo, se dirigía una larga mirada y, al cabo de un par de minutos, llegaba a la misma conclusión del año pasado: era un imbécil. A partir de ese momento, se afanaba durante el resto del año en demostrarse a sí mismo que estaba equivocado.
Del libro El espectáculo más hermoso de
SALVADOR ROBLES MIRAS
Publicado en Los libros de las gaviotas
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