viernes, 12 de junio de 2015

A QUEMARROPA


Me miró a los ojos
fijamente,
a quemarropa
y le dije
yo también soy una maleta.

Ella inclinó sus pechos
de agua
y me dijo
tómame reclinada
en la maldita hora.

Nos besamos
siendo nadie
y dormimos abrazados
a nuestros renglones
por escribir.

De pronto,
las hojas del otoño
se hicieron leña
y lloraron
a quemarropa.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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