Atado a transcurrir, la sueño como si la tuviera, masticando la música de sus pasos, que me alarman como si viviera mi último día. Ella se queda en mi sueño, me acaricia a mansalva, el amor y el odio se hacen uno en sus manos, voladura de labios en soles aniñados, tumor de latidos oidores, carne de abrazos que gritan su crimen en caligrafía de humo cabalgando sobre la tarde. Salgo de sus ojos como asidero que asangra las palabras cosidas a su voz. Y para no ver mi muerte, me oculto de mí donde empieza su mirada…
Victor Diaz Goris
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