Extremidades del silencio se sientan en mi mesa,
nadie discute ¡El por qué debo olvidarte!
Se oxidan las mañanas, la niebla se hace espesa,
jauría de soledades, lloran al llamarte.
Y tú quizás, ni juntas mis horas desmembradas… rotas,
donde divaga mi mente y lloro solo,
tu cresta genio, no toca sus rosas,
mi tiempo corazón, sangra, perdido en el polo.
Del libro “Herrumbres del alma” de
Raúl Ignacio Lario -Argentina-
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