martes, 12 de mayo de 2020

DISCRIMINACIÓN POSITIVA


Recuerdo un recital de los primeros que asistí, donde era tal mi estado de nervios al subir al escenario y verme ante un centenar de poetas cómodamente sentados en sus butacas, que no solo me temblaban las piernas sino todo el cuerpo y, sobre todo, la voz.
Sentía una rabia inmensa hacia mí mismo por ser tan inútil al no poder leer y pronunciar las palabras adecuadamente ni darles entonación como los anteriores poetas. Las lágrimas afloraron a mis ojos y no veía las letras. La gente guardaba un estrepitoso silencio y no fue hasta que terminé mi lectura y les di las gracias por su atención que estallaron en un gran aplauso puestos en pie acompañándome con bravos y felicitaciones hasta que alcancé mi asiento.
Cuando finalizó el recital y estábamos todos en un restaurante cenando, uno de ellos me dijo:
— No entendí nada de lo que dijisteis, pero hubo de ser genial a juzgar por la reacción del público. ¿Tú qué crees, Juan?
— Sencillamente, ¡labia que tiene uno!

JUAN PAN GARCÍA -Puerto de Santa María-

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