miércoles, 30 de diciembre de 2015

LOS CORCELES DEL VIENTO


El padre de los dioses fue su padre.
Blancos como la nieve, tienen la alzada de los potros árabes, su fuerza, su nobleza y unas enormes alas emplumadas que sostienen sus vuelos.
Los dueños de tu sangre podían observar, en la alta noche, su sitio en las estrellas. La gran caballeriza donde duermen su destino de siglos. El establo galáctico a cuyos pies transcurren Casiopea y Andrómeda.
Son los hijos dilectos de la luz.
Desde tiempos remotos encienden el levante, conduciendo el carruaje de la vida. A su paso se extinguen las tinieblas y sobreviene el renacer del mundo. Custodian los fulgores del relámpago y el retumbar del trueno que amedrenta a la raza de los hombres porque son los emblemas del castigo.
Nadie puede montar su aristocracia.
Recibieron su nombre cuando el primero de su especie golpeó la complexión de los peñascos con cascos impacientes y así parió el origen la textura del agua.
Cabalgan por el cielo con tanta dignidad como elegancia. Por encima de nubes y montañas, leyendas de olivares y lenguajes antiguos, se adivina el susurro de sus belfos bufando lo impetuoso de su sangre, sus crines embriagadas de vientos y distancias.
Aunque los expatriados de la magia confundan sus figuras con las nubes que pasan.

NORMA SEGADES-MANIAS (Santa Fe-Argentina)
Publicado en la revista Gaceta Virtual 108

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