Orgullosa presumía
la espadaña en su aposento,
porque sola sostenía
la veleta del convento.
Con las ráfagas del viento
en la torre se mecía
hasta quedar sin aliento,
la veleta en la abadía.
Y rotando el movimiento
la veleta repartía,
más o menos virulento,
el aire que recibía.
Cuando el viento es más violento
la veleta chirimía
y cuando el viento es más lento
hay templanza en su armonía.
Mas si el viento es turbulento
la veleta desvaría ,
pero si mengua su acento
le imprime menos porfía.
La espadaña es el sustento
que culmina la torreta;
la veleta es marioneta
que gira a merced del viento.
José Calderón Carmona (Sevilla)
Publicado en la Revista Aldaba 28
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