Érase una mañana en el pueblo donde nací,
acompañado de aromas y el cantar de los pájaros,
el olor a puchero y a café tostado y molido,
hecho de abuela... servido como tinto al paladar.
Hervía en la olla en el fogón de barro, carne cecina,
acompañada de coles, papa y yuca y ajicitos picantes,
cosechados en la huerta donde estaba el aljibe,
donde se pedía un deseo el día del santo patrón.
Era una casa bonita y cerca pasaba un riachuelo,
rodeada de robles, donde vivían las ardillas
que jugueteaban de rama en rama como en un festival,
y en los pastos verdes hermosas ovejas de dulce mirar.
Que tiempos aquellos... hoy solo queda el recuerdo
la casa no existe... los viejos se fueron pa siempre...
y siento una enorme tristeza muy dentro de mí,
siento en mi pecho un dolor inmenso en el corazón...
Ya la gente del campo se ha ido a la gran ciudad,
con la esperanza de otro destino y una vida mejor...
y lo que no saben... es que es una selva de cemento,
que devora todo a su paso y a ellos también
ANDRÉS FERNANDO PAGÁN
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