martes, 29 de diciembre de 2015

ALEGORÍA DE UN LOBO SOLITARIO


(Reflexión)

Hurgando entre las publicaciones del Facebook, encontré dos imágenes que me impresionaron profundamente.
En una de ellas aparecía un lobo solitario aullando en una noche de plenilunio, y otra una impactante metáfora de un lobo con una glamourosa rosa entre sus colmillos.

Tácitamente aceptamos que somos animales racionales. Este cliché nos sienta bien a muchos y a otros que somos tan irracionales, que ni siquiera merecemos compararnos con los tales, porque somos peores.

¿Además qué culpa tienen ellos de nuestros yerros y desatinos?
¡Eres un burro, eres un perro, un loro, una cucaracha, eres un lobo...!
Son expresiones que normalmente solemos oír.

Por eso si de animales se trata, en lo personal, me identifico con este cánido en particular.
Y es que cuando mi instinto animal, despierta dentro de mí, divago en lo ignoto, recorro y exploro el infinito, soy un lobo errante, hambriento, triste y solitario que confiesa y comparte sus trastornos y tormentos al viento, y expía sus culpas aullando en la oquedad de la noche oscura y silente....

Aúlla lastimeramente sin control cuesta arriba, y a intervalos prolongados y sostenidos.
La negra noche y la bóveda azul se parte en dos profanando el más imponente y profundo silencio.

La luna despierta, las estrellas tintilean y mi amor duerme plácidamente sin advertir mis tormentos, ni mis pesares ni mis lamentos.
En este viaje retrospectivo a mi yo profundo, siempre estoy sólo, esquivo, arisco y siempre alerta sin poder llorar, ni tampoco lograr dormir.

En este laberinto tétrico y sombrío, con denuedo me asaltan mis temores, sin compasión ni piedad, vestigios reminiscentes del pasado que cobran vida.

Me acosan las pasiones del presente y me trastornan y envilecen los asuntos del porvenir.
En mi contrariedad, puedo ser agresivo, violento y ofensivo.
Por consiguiente, cuando esa funesta sombra obscura invade mi ser, camino sin rumbo por super mercados, parques y jardines a fin de aquietar mis trastornos, ímpetus y devaneos.

En este estado soy literalmente un lobo hambriento y sediento de amor y vendería mi alma al menor postor, por migajas, o a cambio de una pizca de cariño y un poco de aliento.

Al retornar de las montañas del autoexilio y autoflagelación a donde intencionalmente huí para no lastimar a los que más quiero y atesoro, lo hago sigiloso, manso, reverente y galante, con una aterciopelada rosa entre mis fauces.

En la praxis, este delicado presente siempre llevo a flor de labios: una palabra de aliento al descorazonado, un mensaje de paz, consuelo y esperanza al afligido, un abrazo, o simplemente un apretón de manos o una mirada a los ojos espejos del alma.

Por eso tú,... tú,... y tú... que por curiosidad me lees o me conoces, acepta sin resquemor esta preciosa flor, te la ofrezco con todo el amor y afecto de mi corazón.

El humano ha retornado al llano, la catarsis ha pasado, ven, toma mis manos, mira mis ojos, cuéntame tus cuitas, alégrame con tus logros y expectativas, libera tus tensiones y deshecha tus temores.

Y si un día de estos vieras el fuego instintivo en mis pupilas, compréndeme y mira tu interior, verás que tú y yo somos tan parecidos, que tenemos tanto en común, que tenemos tanto que dar, mucho amor, del bueno y al por mayor.

Y es que cada uno de nosotros tenemos dentro una llama encendida, que nos da la vida y nos motiva a superarnos cada día.
Pero también arrastramos cadenas que no se ven, herencias ancestrales, defectos, taras y manías que nos marcan la vida y fijan el rumbo.

Muchas veces son un lastre que entorpece nuestro andar, o como un péndulo que nos mece, o una hoja seca al viento que va de aquí para allá y de allá para acá, sin saber de donde viene ni a donde va.

Como humano imperfecto que soy, quiero, amo y río, y otras tantas veces, sufro, lamento y lloro.
Las cicatrices del ayer, se resquebrajan y vuelven a sangrar con dolor.

Amo la quietud de la noche en que a través de una introspección profunda, me encuentro conmigo mismo. Pero amo aún más la luz meridiana del día, porque con ella, todo el mundo vuelve a la vida y les tengo a ustedes mis amigos.

Al cerrar artículo, una lágrima horada mis mejillas y de verdad lloro, lloro, porque siento que al hacerlo, purifico mi alma y se ensancha mi corazón.
Lloro, porque al llorar mi angustia decrece aunque sea solo un poco y lloro porque con cada lágrima, renuevo mi propósito de mejorar mi atormentada y aletargada existencia.

Dios les bendiga a todos los que por casualidad me leen. Mi vida no es tan interesante, me dificulta expresarme, pero a través del papel, soy como un pez en el agua.

¿Cuál es la moraleja de esta reflexión?
"Si anhelamos ser normal como cualquier mortal, tenemos que aprender a controlar y desechar nuestro instinto animal"
"Y si tu instinto animal, te pidiese aullar, la terraza en luna llena has de buscar, no sea que a quien más quieres, vayas a lastimar"

George Rivas Urquiza -Perú-

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