Escondidos, éramos criminales,
de amor estábamos ambos llenos,
aquella noche, bajo el sereno,
allí entre aquellos matorrales.
Tigresa feroz, amante y sensual,
que llenaste mis ojos de lujuria,
hermosa, y pasional la tertulia,
cuando nos podíamos, ardientes amar.
Risa candente, venía de tus labios,
incitándome al humano deseo,
que no entiende de hombres, ni sabios.
Ahora mujer, yo ardiente te veo,
olvidando mis antiguos resabios,
ahora soy de tus amores un reo.
José Prado -Estados Unidos-
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