A medianoche he visto
alguna vez prodigios,
sol de noche
luna en días sin igual,
arenas que serpentean
en olas por el mar,
eclipses de colores,
perlas por hojas de árboles.
He sentido que el universo era yo,
he flotado en una gota de agua
y nadado en nubes de algodón,
he sido llama de fuego abrasador,
logrado ser palabras y moverme en conversación.
He vivido en el bien y en el mal,
he sido mi retrato, el de soy yo,
he sentido las cosas que nunca dije,
he sido rio corriendo a mi antojo
sin dirección, por los surcos que
hace el tiempo en su pasar,
prodigio de labios resecos
con sabor de vida al besarte,
ave sin alas
caminando por piedras.
Me peiné en tu espejo
cuando en el me reflejaba,
fui rosa preciosa, aterciopelada,
sus espinas simples
para que no te pincharas.
He sido prodigio
de piel sedosa,
disfrazada de no años
para seguir hermosa,
tormenta impetuosa
perenne en alguna memoria.
He sido gesto e intento
de ser tú amante,
prodigio de sueños de alguna alcoba,
rival del sol mi sonrisa loca,
en mi boca risa defendida
por mi pluma y mis pensares,
llena de flores, alegrías que afloran,
cuelgan mis soñares
en hilos invisibles,
en ellos dientes como perlas
cortantes, como sierras.
Miro, sin mirada negra,
ojos que laten y
vislumbran que hacer es único.
En vitrina translucida
mis viejos escritos,
apilados por tiempos insulsos,
pasado recopilado en versos,
sin cuerpo
ahora solo son esqueletos.
Lo que latía
en constante bullir de vida
ahora anda muerto.
Zarzamoras adornando cielo,
espinas en su puerta
impiden el paso dentro.
Sirenas encantadas
recorren mares
en espera de salir a la vida,
suman números y letras
combinan agua y tierra,
cuando hacen sus tareas.
Añoro mi muñeca
esa de cartón,
la que bañé
y se perdió,
mi llanto lastimoso
sufrimiento sin mi muñeca,
trozos quedaron nadando
sin compasión.
Me gustaría ser ave
acunarme en el nido, y
acurrucarme en un rincón.
Volar bajo esa lluvia
de nube blanca que parece algodón,
al resguardo de un árbol,
sacudirme… ¡que ilusión!
Abrir mis alas y secarme al sol.
Subir y bajar escaleras
según apetezca a mí sin razón,
colgarla de un árbol y olvidarme de su son.
Medir con metro
ese viento invisible
que a veces me subleva.
Sé, que parezco una loca
soy como soy,
y así he de ser yo.
Gusto de ventanas grandes
que entre mucha luz y sol,
que corra aire sin condición.
Me calan los besos
hasta el alma,
los dados y los que no,
escribo sobre ellos
los hago míos sin serlos,
se los robo a las musas de la inspiración.
Llegan en primavera
esas golondrinas
que anidan en mi balcón,
traen un año nuevo
que ya es menos uno,
añadido a este mí pasar,
rival del sol mi sonrisa
en aquellas locas primaveras,
Hoy, comienzo de otoño e invierno.
LOLA WIZNER
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