Hoy el cuerpo me duele,
tan solo, un poco menos,
le puse nombre a otro hueso,
apellidé, tarde pero apellidé,
a una de las tantas faltas.
Aunque con eso no alcanza,
porque aún me lastima
hasta el fondo del alma.
No es bronca, no es odio ni resentimiento,
pero que Dios los perdone,
porque yo no haré eso,
y aunque no domine
ni tierra, ni cielos ni infiernos
que de mí el Supremo
los libre y los guarde,
porque no temo al pecado
y por convicción no suscribo
a casi ninguno de los mandamiento.
Leandro Murciego
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