Así podría definirse a la extraña y, a la vez, sorprendente obra de Pedro Moscatel, Quién tiene miedo a morir, que ha visto la luz de la mano de Ediciones Saco de Huesos.
En efecto, Quién tiene miedo a morir puede leerse como una novela o como una suerte de relatos de temática variada, la mayoría del género de terror. En este sentido, Pedro Moscatel sigue la tradición de obras tan señaladas como Las Mil y Una Noches, o el Decamerón. Hay una trama común, que los va enlazando, e incluso se puede hablar de metaliteratura, como uno de sus protagonistas llega a decir durante el transcurso de la historia.
Pedro Moscatel divierte, asusta, hace reflexionar, se ríe de sí mismo, poniendo el género del relato a unos niveles diferentes, en un alarde de ingeniería que no resulta forzado. Cierto es que el lector se verá abocado al desconcierto, a la locura literaria, porque las historias que se cuentan no tienen relación entre ellas pero, en cambio, sí que la mantienen con el eje central narrativo, en donde dos hombres se enfrentan en una situación límite.
Estilo urbano, moderno, audaz en ocasiones, Quién tiene miedo a morir es una literatura atrevida, que busca innovaciones, y que bucea en el inconsciente colectivo, con relatos muy variopintos que sirven de excusa a los protagonistas principales de la obra para mantener unos diálogos como poco, interesantes.
Pedro Moscatel bucea en los diferentes géneros del terror –y hace también alguna escaramuza en la ironía y el humor- para contar historias que paralizan por lo impactantes, sobrecogen por lo crudas, o hacen sonreír por la doble intención que pueden esconder.
Sería contraproducente hacer siquiera un somero análisis de los relatos que componen Quién tiene miedo a morir, por los motivos ya aludidos anteriormente, pero ello no es óbice para recalcar y ensalzar la fuerza de los dos principales –y antagónicos- protagonistas que van desarrollando su historia en los paréntesis que Pedro Moscatel nos va dejando entre relato y relato.
Tanto uno como el otro se van reforzando historia tras historia, hasta llegar a un final en el que todo tiene su sentido, nada sobra y el lector se queda con la amarga sensación de saber quiénes son los que realmente tienen miedo a morir.
FRANCISCO JOSÉ SEGOVIA RAMOS -Granada-
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