Lo llamaron el justo
por la equidad difícil
de igualar en la balanza deslumbrante
el sol pesado y la delgada sombra,
el nudo de reptil y caracol
y el cielo desprendido.
Y qué decir del oficio
de decretar la partición del día:
una mitad para la herida.
Otra para el dolor.
Del libro “Los habitantes de la memoria” de
Dora Hoffmann -Argentina-
Publicado en Estación Quilmes
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