Para Carla, María Fernanda y Fernando Luis.
Más allá del Jardín de Luxemburgo,
ejemplo fiel del hollar italiano,
se me presentó Joinville con sus muñecos,
alegre inspiración de aquellos otros tres
muñequitos humanos que nos acompañaban.
Yo recordé la Plaza de Beethoven
en la Mérida gentil
de mi esperanza.
Columbré también
aquel reloj de flores
que daba una hora extraña
en Los Caobos.
Después de la admiración ante lo nuevo,
agradecí la solidaridad de mis amigos.
Pero no pude detener el recuerdo.
Fue entonces, cuando sentí cercano
el líquido salado y no deseado
que se presenta, a veces,
frente a las impotencias.
¡Yo quiero un Joiville-Bethoven,
un Luxemburgo en Los Caobos.
¿Y por qué no?
En la colina abrupta sansebastianera.
Luis Gonzaga Álvarez León -Venezuela-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 64
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