No hay obstáculo que detenga mi corazón en llamas.
No hay cerrojos que inventes para detener mi marcha.
No hay motivo que pueda hacer dejar de amarte.
No hay ser sobre la tierra quien pueda reemplazarte.
No hay doctrina que me enseñe como poder olvidarte.
No hay palabras de alivio que contengan mis ansias.
No hay cántaro, solo el tuyo, para saciar mi sed de ti.
No hay excusas para dejar de extrañarte al lado mío.
No hay lágrimas que laven el dolor de tu ausencia.
No hay nadie, solamente tu, mujer, para ser amada.
Oscar A. Fernande Folguerá
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