(Reynier Matos Betancourt In Memoriam,1981-2015)
Apareciste en mi vida
para ser el torero que me corte el resuello.
No valen intentos de cornada
ni el traje de luces con que cubres tu desnudez.
Apareciste como un diablo
como el brujo que me ha hecho elevar
y dejar caer grande la piedra.
Para condenarme al olvido
a la desesperanza,
a la inanición
a la incapacidad de tejer una frase,
una mísera frase
que loe tus letras...
Apareciste para enterrarme
y congelar el tajo de mi vena
desde el cual ya nada fluye,
sino terror ocre,
verde tristeza.
Apareciste
y ya no puedo cantar la frase que me hiere,
volar sobre mis cielos de oropeles,
morir en mi suicidio elegido.
¿Por qué apareciste?
Para fundirme con el lodo del olvido
y faltar a mi palabra,
negando tu nombre tres veces
en la madrugada,
antes que cante el gallo de la nada.
Apareciste y se mueren
mis seres más queridos,
sin un boleto de alas en la mano
para ir a besarles la mortaja...
Apareciste, te di la palabra
y ya no soy más que un remedo en harapos,
perdido en el destierro
de mi abra,
lejos de mi fuente de luz,
hueco de fuerza motriz,
polvo de arena por alma...
Perdona si sigo silente,
porque apareciste en mi vida,
sin pensar siquiera
que eres el instrumento
de un espectro ausente.
Eduardo Vladímir Fernández -Cuba-
Compartido por Claudio Lahaba
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