domingo, 31 de mayo de 2015

LA DESPEDIDA


Esperé unos minutos más,
sabía que él llegaría esa noche.
Mi corazón me decía que de alguna manera,
ya fuese escapando por la ventana o
forzando la puerta, él vendría hasta mí.

Mis manos sudaban al tiempo que recordaba
aquella vieja canción que decía así;
espérame mujer, volveré a verte otra vez.
El eco de su voz atolondraba mi cabeza
como puñales que se clavaban en el alma.

Nunca había aprendido la lección,
esa que tantas veces yo le repetía.
Él quería ser dueño de algo irreal,
de sus propios sueños, y yo le creía
a pesar de saber todo sobre su pasado.

De pronto oí pasos en la calle.
Saltando de la cama encendí la luz,
y ahí estaba en el portal.
Con su traje negro impoluto.
Como mi corazón había supuesto.

Alzó la mano como solía hacerlo,
le sonreí y le devolví el saludo.
Su cara delataba aquello que no decía.
A partir de esa noche tenía la seguridad
que nunca más le vería llegar.

MARÍA JOSÉ PÉREZ LIMA -Conil-

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