En el compás décimo sexto
de la obertura,
llega al final otra historia,
parecía el colmo de la renuncia,
azul pálida como el sabor
del viento que desciende del norte.
Aunque ella continua sonando,
incinerándose con el sol, de sol mayor,
busco el cariño de la, a veces,
repentina inspiración,
se detiene sobre una hoja
oscilante,
contemplo sin decir nada
la mano sinsabor repleta de otoño,
-mi esencia se exfolia, como el ponciano,
como el trigo retira el hambre.
El beso decidido a irse
eleva su rostro de parapeto
donde los higos pasajeros
se muerden con la boca cerrada,
con mis brazos circundo
los pasos tempranos, amarillos,
un corazón fresco, tímido sacude mi pecho,
las seis de la mañana de un reloj sin tiempo
-incluido en mi propia existencia,
-expropia un respiro de los mundos paralelos,
el suelo se volvía a cerrar conmigo dentro,
enredando el destino al terminar la calle,
-encargo mi retorno para sentir
-el aroma de las flores rociadas
--por los dedos de la aurora,
--mis oídos perciben el tanteo del resplandor
-repleto de carcajadas,
-el inmenso planeta es una gota de agua,
-la tierra coge un puñado de cereal flameado
-por el vuelo del halcón
-y lo aloja en mi boca sedienta
-de lo que ahora eres.
ALBERTO LÓPEZ
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