Una vez en clases de Religión dije que yo era dios y me echaron de allí con cajas destempladas.
No supe qué significó mi expulsión
ni me dejaron siquiera defenderme
expurgaron sin remedio mis sublimes argumentos
sublimes, teológicos y dionisiacos argumentos.
Otra vez en clases de Religión
en un examen,
saqué una nota notable
porque escribí muchos renglones
renglones que eran la crónica del último partido
de fútbol que vi por televisión,
me sentí como dios.
Una vez más, en clases de Religión,
estuvieron echándome del aula
porque todos los días el doctor de almas me preguntaba
si me sabía de carrerilla
el padre nuestro de ellos.
Creo que ello influyo en mi educación posterior
porque conseguí comprar libros de apología del ateísmo,
escuché música perrera y escupí en los a las gentes
mientras les preguntaba si les escocía.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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