viernes, 22 de mayo de 2015

AMAPOLAS


Se escapaba la risa
desbordante de su pecho,
la fuerza de la brisa
mecía las amapolas
- que tenían por lecho -
bamboleando sus tallos,
como mece una barca
las olas de la marea.
Le regaló una noche
de placer y de locura,
fue ella quien eligió
esa madrugada bruna,
así su cuerpo radiante
eclipsaba los destellos
argentados de la luna.
Esa noche sería eterna,
inmortal en su memoria,
le ofrendó una rosa
sobre ese predio florido,
allí pusieron los dos
a la pasión que vivieron
el más delicado broche,
erigieron los cimientos
para que tan excelsa noche
jamás cayera en el olvido.

Paco Lainez

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