Viendo como veo las figuras
que se divisan en la lejanía
me sorprendo sorprendido
porque no son quienes esperaba
encontrar al final del túnel.
Allí paseé paseando la mirada
hasta alcanzar alcanzando
a la última figura
que llevaba en sus manos
un puñado de rosas rojas.
Le pedí pidiendo una
de sus rosas para ponerla
en el jarrón de cristal
de la mesa de mi despacho
donde soñaba escribiendo.
Olía oliendo el perfume
de la rosa cuando una ráfaga
de aire me trajo el eco
de una voz que sonaba sonando
sobre la cresta de la ola.
Escuché escuchando la voz
que se escapaba del mar
sin reconocerla entre todas
las que alguna vez sonaron
sonando en mis oídos.
JOSÉ LUIS RUBIO
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