Yo sólo cambio de humor cuando, ese viento que enloquece la razón, viene norteando.
Seguramente debe ser porque esa atrevida turbonada pretende borrar todas mis imágenes del pasado.
Tengo un problema personal con su forma de abrir sus fauces, mandarnos unos calores fulminantes y arrasar con la conciencia.
Al pasado puedo retenerlo en cuanto son imágenes que relampaguean, para dejar de ser vista cuando la impertinencia del viento norte se pone celoso y agresivo. Cuando ofusca el cielo y el amor.
Pero descubrí que puedo pelearle. Entonces me dispongo a danzar esas rondas que me enseñaron los Mapuches. Convocar a mis amigos. Entonces mis mandingas ventosos del Sur pampero me escuchan, se arremolinan, se levantan desde las entrañas montañosas, hinchan sus bocazas y soplan… soplan… soplan.
Ahí me vuelve tu mirada. Aquellos ojos negros.
Retengo tu rostro de aquella noche de abril en que te conocí, empapada, saliendo de la tormenta. Y yo convocando a mis dioses paganos.
Y los vientos disputan. Van y vuelven. Llevan y traen. El alisio es el verdugo de la muerte. Finalmente se abrazan.
Ahí vuelve la caricia de la Memoria. Ahí vuelves.
JUAN DISANTE
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