martes, 28 de enero de 2014

OCASO


Muere la tarde lenta, silenciosa,
lámpara que se extingue, carabela
frente a horizonte ignoto, y se deshiela
la luz del día en amalgama umbrosa.

La noche, de alas de ébano, se posa
en las ramas del bosque, centinela
al pie de la invisible portezuela
que se le va entreabriendo cautelosa.

Disminuyen trajines y rumores,
regresa el labrador de sus labores,
se besan en la sombra los amantes,

una a una se encienden las ventanas,
y se esfuman las cúpulas lejanas.
Sueña el día con luces rutilantes.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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