Dedicado a George Walton Lucas
Pocos pueden concebirlo en la actualidad, pero lo cierto es que a principios del siglo dieciocho la orden de los alquimistas abarcaba toda Europa y daba consejo especializado a gobernantes de toda laya, así como a millones de ciudadanos comunes.
Justo durante esa bonanza de la orden se produjo el triunfo de las concepciones enciclopedistas que
condujeron a que se les solicitara a los alquimistas que permitiesen la difusión masiva de sus conocimientos y técnicas más importantes y que reelaboras en sus textos de forma más accesible.
La negativa de los guías de la orden precipitó su caída como si fuera un castillo de naipes. Las elites políticas europeas, dentro de las que la burguesía comenzaba a jugar un papel creciente, iniciaron una coordinada campaña internacional basada en la idea de que los alquimistas despreciaban a todos los que no pertenecían a su organización.
— Como si no —decían— puede entenderse su negativa a hacer sus textos inteligibles para los ciudadanos comunes. Les falta vocación universal.
Fue justo esa frase: “Les falta vocación universal”, la que se convirtió en el lema de los atacantes. El resto es sabido. Fueron cazados y asesinados por doquier. Miles abjuraron de su militancia y se convirtieron en los más encarnizados perseguidores de sus ex compañeros, siendo, además, los más
entusiastas entre los tergiversadores de los textos alquímicos, que fueron adulterados hasta volverlos meras acumulaciones de disparates.
Los escasos sobrevivientes de la orden tuvieron que pasar a la clandestinidad, y su inclinación natural al secretismo hizo que se separaran, limitando al máximo sus contactos, y tomando un discípulo cada vez, luego de numerosas precauciones y pruebas de confianza.
Así nacieron los legendarios dúos de alquimistas y, con ellos, la pregunta que sus perseguidores se hacían al capturar a un fugitivo:
— ¿Será el maestro o el discípulo?
Yunieski Betancourt Dipotet (Cuba)
Publicado en la revista digital Minatura 125
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