jueves, 30 de enero de 2014

ANTE LA IRA DE DIOS


      La cueva tiene una ventaja, su entrada se disimula tras el ancho tronco de un molle. Entonces, ella muda allí sus míseras pertenencias, se esconde.
     Ocurre que ella, que vio morir a los hijos que parieron sus entrañas y a los hijos de sus hijos, que sufrió incontables hambrunas, pestes y guerras y que, mucho antes de estos holocaustos, tuvo fortaleza suficiente para no enloquecer mientras oía los aullidos agónicos de los hombres, ante la ira de Dios, cuando el gran diluvio; ella, ahora, no tolera el juego, se diría inocente, con el cual los niños que mal viven en la paupérrima región se alivian el ocio. Su extraordinaria decrepitud asombra y divierte a los pequeños impulsándolos a la acción, a la actividad simple, brusca, torpe. Descubierto, o develado por los adultos, que no puede morir, le lanzan piedras entre guiños, corridas, burlas y risas. La observan sangrar, desplomarse, reptar hasta su choza con las escasas fuerzas que le quedan después del ataque.
     La exquisita sensibilidad de su piel le informa que viene hacia el pueblo otro de su misma condición. Se adentra aún más en su  escondite recién estrenado y sonríe: estos críos tendrán un nuevo blanco  para afinar su puntería.    

     Ocurre que los pocos inmortales que hay en el mundo, entre ellos, nunca fueron amigos.

PATRICIA NASELLO
Publicado en el blog patricianasello

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