sábado, 3 de junio de 2017

REFLEXIONES DESDE UN BANCO


"Este banco de hierro que hoy acoge
como brumas de enero mis nostalgias…

Este banco de hierro que ha contado
en ábacos de luna el parpadeo
de todas las estrellas…"
-Vicente Martín Martín

Cuando escribo estos versos, mi vida ya ha cruzado
casi entero el camino que me correspondía.
Estoy mucho más cerca de la meta y desconozco
si seré coronado en laurel, o acaso sea
el último en cruzarla.
Cuando estos versos fluyen,
en torrentera brava e imparable,
ha llegado mi otoño y tengo la tristeza
batida y agitada como a punto de nieve,
y creo ser controlador dueño de mis sentimientos.
Pero la azacanada vida laboral y la naturaleza
sabia y recta han dejado mi cuerpo maltratado ,
al corazón cansado y algo menos
vibrante y decidida mi alma alada.

He buscado hoy reposo y tomo asiento
en la misericordia de un banco envejecido
del Parque de Sevilla
y desde aquí te escribo, contemplando
el milagro que habita estos rincones.
Octubre está pintando con témpera de sol,
en algunas paredes, buganvillas
rabiosas y procaces de púrpura y coral;
la hiedra en otras, dibujada libre,
ha invadido la cal enjalbegada.

Aquí mi alma se funde en la ternura,
proyecta hasta los ojos escenas del pasado,
mientras que las pestañas asombradas
son alas de torcaces tenues y libertarias.
Va transcurriendo el tiempo y no se cansa
de arañar el presente, hendiendo con su reja
el haza pura de aquel niño que fui
y la prejuventud, gloriosamente clara,
poblada de princesas
hacendosas en besos y caricias,
faldas voladoras, mínimas cinturas,
interminables trenzas, cuerpos dulces
y labios generosos sin recato…

Pero la realidad, mujer, es que hoy preside
el altar de mis días y mis noches
el retablo infinito de tu cuerpo
cuanto tiempo me dejen contemplarlo.
No ansío otra forma de morirme
que adherido al musgo de tu piel,
nuestros nidales unidos en sosiego
y, libres de pecado, mis labios musitándote
caricias por el cuello latente.
Mas te pido que no me guardes luto,
ni tiñas, por costumbre, con colores sombríos
tus faldas y tus blusas; las mismas que cubrieron
conformadas a ese cuerpo excelso,
que fue mío agrestes noches, amanecidas locas
y que sobraban siempre, mirando desde el suelo
nuestro sensual abrazo piel con piel.

Porque, aunque el negro siempre te resulta
señorial y elegante, te pido que te cubras
de colores alegres y brillantes
ante aquellos que no entendieron nunca
el puro Amor que acrisolar supimos,
la Fe en la luminaria que estaré habitando
-llámale Cielo, o Gloria, o simplemente Diosy
la firme Esperanza en un mañana
que volverá a unirnos para siempre.
…Y seremos eternos.

Luis Carlos Mendías Márquez (Gaditano en Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 33

No hay comentarios:

Publicar un comentario