Qué desoladamente desolado
te has quedado en la plaza,
niño, en el baldío
silencio de tu misma voz,
fría y sin brillo ahora.
La tarde se ha alejado vanamente
de tus ojos, arena,
ya sin alrededor, ni más, ni nunca.
¿Es que en los míos
vas a quedarte quieto para siempre?
¿Qué esperabas allí, sentado, solo?
¿Qué vinieran a darte,
a buscarte, a decirte?
¿Qué esperabas,
pequeño y desgarrado solitario,
sangre mía, ausencia
de todo el mundo? ¿Qué esperabas?
Rodolfo Alonso
Publicado en Poesía del mondongo
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