Dios nutre la tierra de caricias para avivar la belleza.
Nos sostiene con la ternura de un Padre bondadoso.
Y nos sustenta con el amor para que podamos confiar.
No hay nada que temer, sólo hay que hacer el camino.
Un camino al que se entra con una actitud humilde.
Hay que despojarse de soberbias y restituir quietudes.
Un corazón sosegado es como el sol para las flores.
El Señor, desde la Cruz, quiere ablandarnos por dentro.
Hemos de ser mansos como el remanso de un río.
Dóciles para adentrarnos en el curso de la existencia.
Necesitamos comprender para que nos comprendan.
Vivir para que nos vivan, soñar para que nos sueñen.
Somos el mimo de Dios, la condescendencia de su voz,
el abrazo permanente que prueba su presencia perenne,
el cariño más profundo, lo más místico y evidente,
un amoroso océano que nos crea en el amor para amar.
Aquel que se une al Creador forma un espíritu con él.
La armonía es tan grande que todo se vuelve fragancia.
El bálsamo es una fuente que nos recrea de su esencia.
Y, desde esta visión, encontramos el sentido de vivir.
Víctor Corcoba Herrero -Granada (ESPAÑA)-
Publicado en la revista Arena y cal 215
No hay comentarios:
Publicar un comentario