sábado, 9 de mayo de 2015

EL PÉSAME


En la Plaza de Abastos de Triana, junto a un puesto de frutas, se arremolina un grupo de mujeres. Guardan su turno. Complacientes, todas hablan con todas. Las bolsas de compra que distraídamente sostienen sobre sus brazos, se balancean con una cadencia incierta como si también ellas participarán en la tertulia.
- ¿Quién es la última?, pregunto. Y la de aspecto más modosito, sin dejar de hablar, me hace un gesto con las cejas.
Siguen en sus conversaciones.
Observo a una señora. Supera la cuarentena. Calza botines deportivos. Luce un "pirsin" minúsculo en el lóbulo izquierdo de la nariz ("Te queda muy guay", y que le gritaba cariñosamente su sobrina cada vez que se veían). Parece que quiere decir algo a otra, pero no se atreve.
Al fin se decide y, muy compungida,: - Ay, Rufina, hija, que te he visto de espaldas, y me he dicho, anda, si me parece que es la pobre Rufina, pero como no vas de luto me entró la duda; pues eso, que me he enterado de lo de tu marido, con lo buena persona que era, y que lo siento mucho, por él que era muy buen hombre y también por ti, claro.
La viuda, que exhibe como pendientes unos llamativos aros, aprieta los labios.
Escucha con cara de circunstancias. Intenta mantener la compostura pero no puede contemporizar más. La mira fijamente y estalla:
- Mira, Adela, pues sabes lo que te digo, que yo sé que tú tienes muy buenas intenciones, pero estás muy equivocada, que no era tan bueno, que se ha ido y yo me he "quedao" pero que muy a gusto, porque ¿sabes lo que te digo?, (Despliega con brío el abanico. No hace calor. Sólo dos giros enérgicos de muñeca para ahuyentar sus recuerdos), Adela, que tú no lo conocías como yo y que con toda su carita de mosquita muerta, que te enteres, (y se dirige al corro como si ella estuviera en el centro del ruedo) que te enteres tú y os enteréis todas, era un sin-ver-güen-za!. Bueno, quizás me pase y tampoco quiero faltarle a su memoria, pero un granuja… ¡vamos que si lo era! "Descansaíta" me he
"quedao", así que muchas gracias pero no te pongas tan "sentía" y no lo sientas tanto.
Adela, perpleja, esboza una sonrisa forzada mientras musita un "¡Por Dios, por Dios, qué mujer!"
Este pésame, sólo en Triana lo podría escuchar.
Pero la vida sigue y a Rufina le ha llegado su turno:
- A mí ponme, cuarto y mitad de cerezas.
Rufina, la viuda reciente, casi cincuentona y algo metida en carnes, es morena, muy morena. Exhibe un moño firme, mejillas coloreadas y semblante vivaz. ¡Ah, y los aros! Yo la observo. Doliente… muy doliente… es verdad que no me lo parece.

Pepe Bravo (Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 24

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