Pues no soy yo quién vive
mi cuerpo de memorias cotidianas;
ese cuerpo que pasa repetido
por la misma cuadrícula de aire
embridado, monótono y ausente,
es sólo mi disfraz.
Yo soy quién reconoce
el friso que florece de palomas,
la piel adormecida de la seda,
el suspiro final de alguna llama
que rueda sobre el agua de adoquines,
la espuma distraída entre mis dedos.
Yo soy quién siempre busca
orillas de estertores, lejanías
cruzadas por el rayo de los labios,
magnolios de etiqueta,
claveles que salpiquen
los cielos liberados del hastío.
Yo soy quién mira dentro
de los pozos callados;
quién levita los nidos pantanosos,
los besos de mañana,
la playa amanecida.
Si paso por tu vera
ciprés de alguna hilera de mutismos,
abróchate los párpados
o guarda tu mirada en el pespunte;
tal cuerpo no merece tu mirada,
ni el falso vertical de su apariencia,
ni un camino siquiera.
Cuanto sientas un arpa de alfileres
en ningún sitio tuyo,
a pleamar de lenguas
te sepa la saliva o el latido,
y te crezca la yerba en la cintura,
tal vez me reconozcas.
Persígueme despacio;
acósame en el filo de la hiel;
traspásame de noches o de rosas;
descúbreme tu luna diferente;
y volvemos los dos sobre este magma
de cuerpos poseídos por el miedo
hasta el pico nevado de los libres.
Del libro
“PRIMAVERA IMPOSIBLE” de
JUAN SEBASTIÁN LÓPEZ -Sevilla-
1º Premio, VIII Certamen de Poesía Searus, 1985
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