Que lenta,
la noche lenta.
Los minutos,
universos cansados,
un segundo, un siglo,
un reloj, la figura,
el cruel espejismo
de un potro de tortura.
El tiempo en fumar
cada cigarrillo,
un latigazo.
Que negro,
el pensamiento negro,
la pena del carbón
ensangrentado.
Una colmena
de laberintos oscuros,
galerías, celda eterna,
donde se oyen gritos,
en lo bruno grabados.
El dolor escondido
de los mineros muertos
enamorados.
La Luna,
llorando en Luna,
el mas triste
de todos los llantos.
LLora por ella misma
y por los que no saben,
de tanto dolor
acumulado.
Lágrimas rotas
en su blanca costura
de puntos nevados.
Que herida,
de llaga herida,
en un corazón
destrozado,
las venas ríos de lava,
que tal como circulan
por todo el cuerpo
van quemando a su paso.
Quieres desaparecer,
volverte aire,
que el recuerdo
no dejara rastro.
Volverte, figura de nada,
ser nadie
en un instante
y tu cerebro
cerrase los ojos,
ciego,sordo y callado.
Amanecer,
que nunca llega,
madrugada perezosa,
aún están durmiendo
los pájaros.
Aquí, sentado solo,
yo solo,
aquí sentado.
Sin parar de fumar,
llenando
el cenicero de cristal,
de versos consumidos,
de suspiros apagados.
Miguel Rubio
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