Negros nubarrones aparecieron.
Tras ellos llegaron la lluvia
y el enigmático rayo.
Dejé que la lluvia mojara
mi cabeza y mi ropa.
Siempre me ha gustado
caminar bajo la lluvia.
Terminé empapado en un bar
del barrio donde tomé chocolate.
Cuando cesó la lluvia
regresé a mi casa
que estaba al otro lado del río.
Allí me cambié de ropa
y volví a salir a la calle.
El sol lucía en el cielo
y secaba el asfalto.
En un par de horas
se habrían borrado las huellas de la lluvia.
JOSÉ LUIS RUBIO
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